viernes, 17 de julio de 2020

ERA MI DESTINO Y YO NO LO SABÍA

Hola mi Gente Bella!!!


Llegó el momento de escribir acerca de mí, desde otra perspectiva. Me he tomado el tiempo para pensarlo. La gran duda: ¿Por dónde comenzar?

Hoy dedico seriamente éste escrito al día que salí de Venezuela. Y digo: Salí, porque en su momento "no me fui". Salí por unas vacaciones y en medio de las vacaciones tomamos la decisión (familia y amigas más cercanas) que lo mejor era cambiar el vuelo de regreso a Venezuela para otro lugar.

Todo comenzó así. Bueno, si lo pienso bien no sé cuándo comenzó. Quizá comenzó el día que Dios sugirió que debía vivir situaciones extremas emocionalmente para sacudirme la vida y emprender vuelo.

Se fueron sumando muchas cosas, quizá si las tildo voy engranando, a ver:

Políticamente hablando Venezuela viene en declive desde que comenzó éste último gobierno hasta la muerte de aquel innombrable (1999-2013), 14 años de mandato. Luego su sucesor (2013-2020), 7 años más. Total 21 años con los mismos personajes en el gobierno. Es posible equivocarme y considerar que él no fue el que inició todo, ciertamente descontento popular había… Solo que era otra Venezuela medio prospera. (No profundizo porque me ha de tomar horas de investigación para escribir con más propiedad y recordar fechas exactas)

 Recuerdo que en el 2014 hubo una crítica situación de calle que menguó durante años pero que en el 2017 la población se “resistió”.

* Yo estaba “felizmente casada”, entre comillas lo escribo porque lo que sucedió entonces terminó de cambiarme la vida. Estaba casada. Me enamoré. Me divorcié. Me dejaron.

* Justo era abril 2017, día 19, se celebra el Día de la Independencia de Venezuela. La oposición convocó a una marcha nacional, terminando la noche con enfrentamientos entre la Guardia Nacional Bolivariana y los manifestantes (obvio), en todo el territorio nacional. Mérida no escapó. Mi ciudad natal.

* Yo vivía en Avenida Las Américas, la vía de mayor afluencia, una de las principales avenidas de la ciudad. Trabajaba en un Jardín de Infancia que me quedaba a escasos minutos de casa. Mi casa (propia). En mi auto tardaba quizá 5 minutos en llegar, depende si me agarraban los dos semáforos en rojo. Los dos semáforos que tenía en la vía para llegar al trabajo, uno saliendo de mi urbanización. Tres cuadras más adelante (aproximadamente) el otro para cruzar al Jardín que está ahí mismo, apenas cruzando la avenida.

* El 20 de abril (es decir, al día siguiente –era jueves-) vamos a trabajar en “condiciones normales”, la Directora del Jardín estaba en la puerta recibiendo a padres, madres y representantes sugiriendo que era mejor que se retiraran porque la situación de calle estaba medio densa. Recuerdo que los “chavistas” se enojaban porque para ellos “nada estaba pasando”. Otros padres más conscientes sencillamente no se aparecieron. Realmente ese día pocos fueron los niños que llegaron al Jardín. Quedamos el personal y la Directora aprovecha de hacer una reunión con nosotras. Creo que eran más o menos las 9 de la mañana cuando escuchamos un tiroteo en la avenida. Salimos corriendo. Literal y real. Salimos corriendo. (Puedo asegurar que no recuerdo en este momento si yo ese día llevé mi auto o pegué la carrera corriendo hacia abajo, hacia mi casa. Esto me ocurre a menudo, hay episodios que no recuerdo bien, hay veces que me agoto de pensar tratando de recordar y prefiero dejar en el olvido). Sí recuerdo haberle dicho a la Directora que si no me presentaba a trabajar al día siguiente que no le extrañara, pero que francamente yo no me iba a exponer a pasar un susto en la calle. Efectivamente no fui.

* El día viernes despierto, me preparo para salir, salí caminando hasta la avenida para buscar mi auto que en los últimos tiempos lo dejaba guardado en el estacionamiento del Centro Comercial Plaza Las Américas porque mi casa no tiene estacionamiento privado, tenía que dejarlo frente a casa pero a expensas de… Lo cierto es que al llegar a la avenida la encuentro cerrada, con barricadas, la población comenzó a enardecer. Me regresé a casa. A media mañana me llaman del Jardín para decirme que debía presentarme, que la Supervisora del Distrito estaba exigiendo que las personas que vivían cerca debían llegar así sea caminando o levantarían Acta por inasistencia. Yo dije: Levanten el Acta y el lunes se la guardan en el bolsillo de atrás. Recuerdo que era la única inasistencia del mes y por Ley no podían levantarme Acta alguna.

* Enfurecida y con el dolor en el alma por aquello otro que me estaba ocurriendo en relación a la pareja de quien me había seriamente enamorado (que esto puede ser harina para otro costal, a él lo conocí antes de casarme y 14 años después volvió a aparecer). Lo cierto es que en medio de mi pánico emocional me fui al Ambulatorio Urbano Tipo I de la Urbanización Humboldt, donde vivía, y me hice atender con la Especialista en Salud Mental que ya venía tratándome por “caso divorcio”. Realmente me encontró con “ataque de pánico”. Dice: Es viernes y pudiera mandarte reposo médico por tres días, pero igual ya el lunes vencería y deberás presentarte. Igual sugiero que debes atender con Especialista en Psiquiatría. No estás bien y yo mucho no puedo ayudarte con los permisos porque esto es “ambulatorio”, solo puedo darte tres días. A lo que yo respondí: Lo importante es que llevo ésta constancia el lunes y así evito inconvenientes en el Jardín.

* Fin de semana largo en casa, de llantos y amargura. Lunes. Trabajo, poca asistencia de niños. Recuerdo que estábamos en el parque del Jardín y le digo a mi compañera: Siento que estoy y que no estoy. Me sentía como flotando. Me temblaba todo el cuerpo. Estaba seriamente alterada, no sabía lo que me ocurría. Al salir del Jardín (a media mañana, porque tampoco ese día cumplimos el horario completo) fuí a buscar a la especialista en cuestión. Ya atendida su diagnóstico fue: “Trastorno depresivo compulsivo”. Yo no sabía si llorar o reír. Jamás en la vida me imaginé semejante diagnóstico. Creí que eran nervios por todo lo que me estaba ocurriendo (desde adentro –yo- y afuera –país-) Finalmente lloré cuando me dijo que me daba 19 días hábiles de reposo. Nunca en mis 23 años de servicio por ninguna enfermedad había tenido tantos días de reposo médico. Ahí sí que lloré. Me asusté. Me preocupé.

* La situación de calle avanzaba cada día más. De hecho recuerdo que al salir del Centro Médico bajé corriendo en el auto porque daban toque de queda al medio día. Es decir, a partir de las 12 ya no se podía transitar con vehículos. Me quedé varada a pocas cuadras de casa. Poco a poco fueron soltando autos hasta que por fin me dejaron pasar. Llegué a casa. Ufff! Sin palabras.

* Al cumplir el término del reposo debía volver al médico para que me diera el alta, digamos, como para verificar que ya podía incorporarme a aula. Hubo reposo nuevamente. Al igual que el país yo también estaba en declive fugaz. Así, de reposo en reposo hasta el mes de julio.

* Reconciliación no hubo. La cara tampoco me la dieron. Cobardemente se ocultaron. Hoy día puedo decir que mi más fatídico suceso quizá resultó ser lo que tenía que ser, lo que tenía que suceder.

* Mi hermano mayor que vive en Bostón hace varios años se enteró de mi situación, cosa que no le había querido contar yo, pero mami decidió comentarle. Me hizo una vídeo llamada y por más que quise evitar responderle… Abrí la pantalla y me dejé ver. Lloró él al verme la cara. Lloré yo por el dolor que les estaba ocasionando a mi familia con mi sufrimiento. Ofreció comprarme pasajes para irme con él unos días. Yo le expliqué cómo funcionaba lo del reposo y que mientras estuviese andando el año académico yo no podía viajar. Esperar que para la siguiente consulta me dijeran si volvía al Jardín o no.

* 10 de julio, siguiente consulta. Yo le planteo a la Doctora la posibilidad que tengo de irme de vacaciones desde ya y ella dice que lo más sensato era haberme reincorporado al Jardín. En cada consulta médica me atendía una Doctora diferente. Ninguna me escuchaba. Todas solo me miraban y sin mediar media palabra ya estaban suscribiendo el siguiente reposo. Ésta última sugirió que lo más conveniente era que yo debía seguir mi vida y trabajar seguramente me hubiese ayudado mucho más a dispersar la mente que estando encerrada en casa ahogándome en mí sufrir. Pero, dice ella: “Faltando solo días para las vacaciones colectivas no valdría la pena, anda a hacer tu viaje y en septiembre cuando vuelvas me buscas directamente y vemos cómo has avanzado”. Así que reposo nuevamente. Me sugirió escribir un diario. Desahogar todo cuanto pasaba por mi cabeza en cualquier momento del día. Que escribiera y ese cuaderno se lo llevara al regreso. Ella me encantó. Muy buena Doctora. Me escuchó.

*Salgo de la consulta y enseguida llamo a mi hermano. Dice que va a ver cómo estaban sus cuentas para comprar pasajes. Ese mismo día me llama y me dice que íbamos a tener que esperar porque no le alcanzaba el dinero. Yo me quedé así como quien quiere la cosa pero no puede. Bueno, ni modo. Que se haga la voluntad de Dios. Ese mismo día a la media noche me llama mi hermano, me asusté, yo ya estaba medio dormida, respondo, dice: “hermanita me da mucha pena decirle que era mentira, solo quería hacerle una broma, abra su correo y mire lo que le envié”. Al rato, abro el correo y tenía los pasajes. Volví a llorar. Creo que llorar era lo mejor que sabía hacer.

* Pasajes comprados para viajar a Bostón el día 18 de julio. El día 17 de julio debía salir de Mérida hacia Caracas (hay en carretera 12 horas de distancia aproximadamente, pero tomé un vuelo y pasé una noche en un hotel cerca del Aeropuerto Internacional de Maiquetía “Simón Bolívar”).

* El día 17 de julio recuerdo que debía estar viajando a las 4 de la tarde desde el aeropuerto de El Vigía hacía Caracas. (El Vigía queda a una hora de Mérida. En Mérida el único aeropuerto que hay está cerrado hace muchos años). Salí temprano de casa para ir a pagar los servicios: Agua, Luz. Pasé por el consultorio de mi mamá para saludarla previendo que quizá no iba a volver a verla hasta dentro de mes y medio después. Hice un recorrido hermoso por la ciudad. Grabé un vídeo, he pasado muchos días tratando de encontrarlo y no lo encuentro. Creo que lo eliminé.

* Llegué a casa para terminar de arreglarme. Llegó mi ex esposo, quien a todas estas siempre estuvo a mi lado dándome fuerzas. Nos "perdonamos", supongo yo que esa es la palabra. Fue a despedirme y a saber si me quedaba algún pendiente por resolver. Nada. Todo pago. Todo al día. Quedamos que él pasaría por la casa de vez en cuando para darle una vuelta. Luego del divorcio nuestra relación fue como la de un principio: Una hermosa amistad. Mi papá me llama y dice que están tratando de llegar a casa pero que hay mucho tránsito y no saben si llegaran, pero que deseaba el mejor de los viajes y que Dios me bendiga. Al final llegaron: Papi, mami, mi hermana y mi sobrina, y estaba mi ex esposo también. Abrazos, buenos deseos y hasta tiempo para unas fotos hubo. 


* Yo estaba emocionada por el viaje. Mi mamá sabía que no volvía. Me lo confesó después. Ella me miraba con sus bellos ojos color verde aceituna, brillantes como el sol. Callada. Solo un abrazo bien apretado, bien apretado a todos y me voy. Llegó el taxi que me llevaría hasta El Vigía. Emocionada pero nerviosa porque las vías quizá podrían estar cerradas. Venezuela no estaba bien. Habían piquetes a cada nada en cualquier rincón del país. En las entradas/salidas de cada ciudad. Era una pandemia, como la de ahora, pero con otro nombre.

En el Aeropuerto Internacional "Simón Bolívar"
* Al día siguiente, 18 de julio ya estaba embarcando hacia Bogotá y de ahí a Bostón.
Es muy emblemática la foto en el lugar, es un piso con "ritmos cromáticos",
una obra del artista venezolano: Carlos Cruz Diez

* Llegé. Emoción. Alivio. Tranquilidad. Amor. Ternura. Ver a mis hermanos (a mi hermano y a su esposa), a mis sobrinos. Pasar un tiempo con ellos era realmente una bendición. ETERNA GRATITUD HERMANO.

* A escasos días de estar en Bostón recibo la noticia que Avianca estaría suspendiendo sus vuelos comerciales con Venezuela y que los pasajeros que tenían previstos vuelos con ellos debían ponerse en contacto con la aerolínea para cambiar los pasajes a otro destino. El “otro destino” en mi caso era Bogotá. Me dejarían en Bogotá, lo más cerca de Venezuela. Pero el pasaje de ahí hasta Venezuela debía comprarlo. Comprarlo salía casi al mismo costo que el que compró mi hermano Venezuela-Bostón-Venezuela. Pensar. Pensar. Angustias. Miedos. Indecisiones. Mi familia decía que era mejor que viajara a Argentina. En Estados Unidos por cuestiones netamente legales como migrante no debía quedarme más que el tiempo permitido por el departamento de migraciones. Así que después de varios días tratando de tomar la mejor decisión, en medio de la crisis que abatía a Venezuela, por ejemplo, dice mami: Desde que te fuiste estamos sin gasolina. No hay gasolina en toda Mérida. Colas muy largar para poder surtir. Así. Nada cambiaba.

* Hablé con una amiga que un año atrás se había venido con su familia a Argentina y le planteo la situación. Le pregunté con cuánto dinero creía ella que debía llegar. Ella sugiere un monto. Yo no llegaba ni a la mitad. Ella insiste que era mejor venir a Argentina que volver a Venezuela. Yo tenía unos ahorros en dólares que los iba gastando para poder comer y pagar cuentas en Venezuela. El sueldo no me alcanzaba. En Venezuela se cobra quincenalmente, y en los últimos de cada mes pagan un bono de alimentación. Pero, la primera quincena ya estaba alcanzando para comprar en la panadería un poquito de jamón, de queso, pan (con mucha suerte si había), leche (con mucha suerte un litro por persona), huevos (con mucha suerte medio cartón para cada persona), jugo de naranja (era un lujo) y una caja de cigarros. Ya, se terminaba la quincena. El último de mes compraba el resto de alimentos pero ya estaba cambiando dólares para poder comprar para mi casa y para llevar otro poquito a casa de mis viejos. Así que al parecer, repito, lo peor que me pudo pasar en la vida (que tiene nombre y apellido) fue lo mejor.

* ¿Por qué Argentina? Porque ya tenía DNI de acá. Entre los años 2010 y 2013 estuvimos mi ex esposo y yo cursando estudios de Postgrado en la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF), durante ese tiempo lógicamente obtuve el DNI como residente permanente. Solo que el DNI lo había dejado en Venezuela, en mi mesita de noche. Lo tenía dentro del pasaporte y Visa. Pero al momento de viajar lo dejé “porque no lo necesitaría”. Luego, un amigo de mi amiga que está en Argentina, la que menciono arriba, viajaría, entonces ella le pidió el favor de llevarme el DNI, es decir, de traérmelo.

* Decisión tomada, no vuelvo a Venezuela. Oh mi Dios!!! Y el trabajo? Y el quince y último? Y el trabajo estable de más de 23 años de servicio? Y los estudios? Y la casa? Y el auto? La familia? Los amigos? La vida?

* Allá quedó todo. Allá quedó una parte importantísima de mi vida. Acá quedé yo, conmigo misma. Con Dios y la Virgen, con mi amiga, con la vida que debía continuar.

* Recuerdo que cuando llegué a Argentina y voy pasando por migraciones le consulto al funcionario si con la copia de mi DNI (que tenía en mi correo y que imprimí antes de ese viaje), podía verificar su estatus. Algunas personas me decían que seguramente debía volver a tramitar todos los papeles. Pero mi suerte estaba echada. El funcionario revisó y mi DNI está activo, vigente, hasta el 2027. Así que: Bienvenida a la Argentina, dice él. Yo tomando el pasaporte con mis manos temblando y sudorosas solo dije: Gracias.

* Entré el día 7 de septiembre de 2017 a Argentina nuevamente.

* Y desde entonces echándole pichón. Ese pichón lo contaré en otro momento.

Por ahora dejo hasta acá. Siento que recordar todo aquello es conmemorar esos momentos y por alguna razón me hace sentir bien contarlo.

17 de julio de 2017 el día que salí de Mérida. El 18 de julio realmente fue el día que salí de Venezuela. Pero hoy, hace tres años que he dejado atrás una vida hecha, lo tenía todo, al parecer, todo. Casa propia, auto, años de servicio en el Ministerio de Educación, finalmente renuncié al cargo. Esa es una historia interesante cuando escribo: Finalmente renuncié, al cargo que hacía tantos años atrás lo quería dejar. Solo que el común denominador opinaba que no era conveniente, que yo estaba loca, qué cómo se me ocurría, que ahí tenía yo una jubilación, una pensión, en fin... Yo hacía caso. Pero lo renuncié. 

Cuando llegué acá a Argentina preparé CV y llevé a Colegios privados, por suerte nunca me llamaron. Lo hice, así como hice todo cuanto me decían que hiciera. Trabajé medio día en una panadería cocinando. Trabajé 15 días en un local de ropa de niños en el que o me maltrataban o yo estaba muy susceptible, que no aguanté a las chicas de la tienda y un día a media mañana salí al correo argentino y puse la renuncia. Total!!! Decía yo: Después de haberlo perdido todo, se pierde hasta el miedo.

¿Cómo vine a parar a Villa Gesell? Esa historia también la dejo para otro momento. Debo recuperarme de éste trago dulce-amargo que fue dejar todo aquello atrás y que hoy quiero celebrar, a pesar de todo. Luego, en otro momento caigo en éste otro trago dulce-semi-amargo-agrio que ha sido para mí Villa Gesell. O mejor dicho, no la ciudad sino algunas de las personas con las que me topé y a quienes desafortunadamente les pedí ayuda… Y me ayudaron, pero me costó muy caro.

Hoy celebro lo vivido, porque confirmo que en la vida las cosas pasan como tienen que pasar. Muchas personas quizá tienen sus vidas planeadas. Planificadas, muy estructuradas. Yo, no tanto. Aunque hasta entonces se desarrolló como tal. Yo pensé que la tenía así, hecha, como escribí antes. Las sacudidas han sido místicas y me ha servido para no ir a la carrera y competir solo conmigo misma.

Ahora me empeño más en mi emprendimiento y trabajo día a día para lograr el éxito y enfocarme en hacer lo que corresponda.

Seguiré escribiendo en otro momento… Gracias Argentina y Gracias argentinos de buen corazón, al fin y al cabo un día como hoy hace tres años eras mi destino (no diré que el final) y no lo sabía!!!




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